Después de varias semanas de prácticas de vuelo, empezaba
a comprender su verdadera importancia. Cada día realizaba 3 sesiones de 15-20
minutos de duración, sentado con la columna vertebral lo más derecha posible. Inhalaba
el aire tranquila y plácidamente, tal y como me había enseñado Ibdana, contando
mentalmente 8 pulsaciones de mi corazón u ocho segundos, lo retenía durante 4 y
después lo exhalaba contando de nuevo 8. Mientras, sentía como mi diafragma se contraía
y dilataba lentamente con cada respiración. Repetía todo el ciclo 7 veces. Luego intentaba
permanecer en la misma posición, durante varios minutos, en estado de “presencia”,
en el aquí y el ahora, sin pensamientos, sólo en actitud de percepción atenta
al momento presente.
Ya no solo se trataba de un método básico para conseguir
un nivel “real” de consciencia, sino que iba teniendo una fuerte resonancia y
repercusión en mi vida diaria. Ese estado de atención consciente, iba poco a
poco haciéndose más presente en las situaciones cotidianas, sobre todo en las
conflictivas. En esos momentos de nerviosismo, angustia o ansiedad, bastaba con
fijar la atención en la respiración profunda y completa, para que se produjera
un cambio interior. Emergía un nuevo estado de consciencia, de Ser, desde el
que se afrontaba el problema de una manera diferente. Era en efecto
"Volar" sobre las preocupaciones y tensiones, como si saltáramos y
nos eleváramos para obtener ese otro "punto de vista" del que hablaba
Ibdana.
Pero no todo era color de rosas. A pesar de haber tomado
consciencia de su utilidad y provecho, el problema era "mantener el
vuelo" durante el tiempo suficiente. Y era ahí donde se mostraba mi falta
de madurez interna. No sólo era impaciencia por los resultados, sino una
especie de autodecepción, de pataleta psicológica ante mi incapacidad para
mantener una mínima continuidad de propósitos, dificultando poder cumplir diariamente
con los objetivos trazados. A veces parecía que todo conspiraba en mi contra
para que no pudiera realizar, a la misma hora que me había propuesto, mis 3
sesiones diarias de práctica de vuelo.
En una de esas ocasiones, cuando llevaba ya unos minutos
sintiendo plácidamente el flujo del aire a través de mi nariz, noté que alguien
me llamaba. Abrí los ojos con sorpresa pues me encontraba solo, y allí estaba,
a mi lado, Ibdana.
- ¿Cómo van esos ejercicios?
- ¡Vaya! No esperaba encontrarme de nuevo aquí tan
pronto. - Respondí un tanto confuso.
- ¿Aquí? ¿Te refieres junto a mí?
- Sí, claro. Pero ahora que lo dices, hay algo que quiero
preguntarte desde hace algún tiempo y no había encontrado la ocasión ¿Este
lugar, esta colmena en que nos encontramos, es real? Me explico ¿Es una colmena
localizada en algún punto concreto, como las de Don David en Vilaflor?
- Claro amigo mío. Pero como ya sabes no vienes aquí con
tu cuerpo físico, vienes “internamente”, con un cuerpo que no es de carne y
hueso, pero “te permite percibir, sentir y aprender”. Esto es algo difícil de
comprender para la mayoría de seres humanos, que lo llamarían un sueño, ¡como
si estos no fueran procesos reales en sí mismos! Pero aquellos interesados en
el trabajo de la Fraternidad conocen que nuestro mundo, nuestro universo, está
formado por dimensiones o regiones internas, y es allí donde nos encontramos
ahora. Este lugar es llamado "la Colmena del Jardín de las
Hespérides", y es un eslabón más de nuestra alianza de colmenas internas,
que a través de todo el mundo forman la Fraternidad de los Apicultores. Y para
aclarar tus dudas, sí tiene una contraparte física en una colmena, que se
encuentra en ese maravilloso lugar que llamáis el Valle de Ucanca, y que
nosotros conocemos como el Sello Iniciático del Jardín de las Hespérides.
- Y tú, Ibdana. ¿Eres una abeja reina... normal? Me
refiero a si te estoy percibiendo tal cual eres allí en tu colmena del mundo
físico, como una pequeña abeja reina entre las obreras.- Ella sonrió, me miró a
los ojos, y pícaramente me preguntó: ¿Es que no te gusta mi aspecto?
- No, por favor, no me refiero a eso. Nunca pensé que me
sentiría tan a gusto ante un insecto, que su imagen me transmitiría tanta paz,
tanta armonía, tanta... seguridad.
- Tranquilo, - dijo mientras sonreía - sé a lo que te
refieres. Pero recuerda siempre esto, todas las formas de vida pueden enseñarte
algo, por minúsculas e insignificantes que te parezcan, todas forman parte de
esa unidad que llamamos "el Jardín del Amado". En respuesta a tu
pregunta, he de decirte que sí tengo un cuerpo físico de abeja reina normal,
aunque ahora lo que ves ante ti es lo que llamáis mi "forma
elemental", para que lo entiendas mejor, mi Ser espiritual, ya que te
repito que no estamos ahora en el mundo físico. Pero bien, cambiemos de tema y
volvamos a mi pregunta inicial sobre tus ejercicios de vuelo, ¿Cómo te va con
ellos?
- Pues la verdad bien y mal. Bien porque puedo percibir
sus beneficios, y mientras los practico he podido llegar a sentirme realmente
volando más allá de las ataduras de mi mente. Pero mal porque me cuesta
mantenerme en ellos, no tengo suficiente constancia y además, en cuanto me
despisto y pierdo la atención la mente enseguida me hace caer al suelo.
- ¿Pero te levantas? ¿Vuelves a intentarlo?
- Lo intento, una y otra vez, aunque he pasado días donde
me ha costado mucho hacerlos, siempre surgen distracciones.
- Eso es normal en vuestro estado psicológico y vuestra
forma de vida, pero siempre hay soluciones. Es muy importante que comprendas,
que aunque nuestro ejercicio de vuelo lo hayamos resumido en "Respirar
Conscientemente", realmente se trata de OBTENER UN ESTADO DE ATENCIÓN
CONSCIENTE, "MANTENIDO" POR LA RESPIRACIÓN, por el batir de alas.
Repito, el objetivo es la ATENCIÓN. Respirar profunda y completamente es el sostén
de esa atención, del volar, independientemente de los maravillosos efectos
revitalizantes de una correcta respiración completa.
- Así y todo siento que no es fácil, y tengo temor de
abandonar y fracasar como me ha pasado con otras prácticas y ejercicios
internos en el pasado.
- Calma, ese es el juego de la mente, no lo sigas. Ella
siente temor a los cambios. Acostumbrada, como la mente de la inmensa mayoría
de seres humanos, a arrastrase por la tierra y el lodo de sus ilusorios
intereses materiales y egoístas, te presenta mil distracciones, intenta hacerte
sentir impotente y fracasado, sin darte la oportunidad siquiera de comenzar a
"disfrutar del vuelo". No debes sentirte presionado para trabajar, y sobre todo para volar, por
nada ni por nadie. Volar, con el tiempo, es como comer, caminar o hacer el
amor. Es algo que acabará gustándote realmente, y no podrás prescindir de ello.
Es una faceta que irás introduciendo poco a poco en tu vida cotidiana, con la
diferencia de que el vuelo dará pleno sentido a todo lo demás. Si das el curso adecuado a tus inquietudes, descubrirás que volando disfrutarás más y mejor de tu vida, de sus gozos, de
sus alegrías, de sus placeres legítimos. Incluso aquellas cosas que parecían
insignificantes y hasta tediosas, recuperan un interés y expectación
inesperados. Además está la posibilidad de viajar, de volar lejos. Hasta ahora
has venido hasta aquí por nuestra voluntad, no por la tuya, te hemos traído
nosotras. Con el tiempo y gracias al don de volar, podrás moverte en lo interno
y comprender la auténtica y oculta realidad que se encuentra tras todo lo
creado. Entonces descubrirás la Naturaleza y sus misterios, y podrás servir de
manera mucho más eficaz al Plan. Pero eso sólo llegará con el tiempo y algo de
esfuerzo por tu parte.
- Cuanto más te escucho, más abres mi corazón, más me
acercas a mi Ser Real. Tu sabiduría me da una seguridad como hasta ahora no
había percibido sino en las enseñanzas de mi Maestro, ya sabes, M… ¿Eres acaso
tu ahora mi Maestra?
- No, soy tu amiga. Recuerda una de las enseñanzas de la
Fraternidad acerca de los Maestros: “Ata dos pájaros juntos, y aunque tengan
cuatro alas, no podrán volar”. En este caso, si lo prefieres, abejas. – Soltó
una carcajada. – Lo que quiero expresarte es que los Maestros son sólo amigos
que ya han pasado por allí, por donde tú aún no has caminado. Y como buenos
compañeros, comparten contigo su hoja de ruta. Pero el camino has de hacerlo
tú, y... enriquecerlo para los que vengan detrás. ¿Me comprendes?
- Desde luego, y me afirmo en considerarte mi amiga, y
también mi maestra.
- Pues bueno – dijo moviendo sus antenas de forma
simpática. – Tú lo has querido, resulta que ahora tienes un maestro que no es
un gran Mago, ni un Hierofante de los Misterios, sino una sencilla y vulgar
abejita. – Ambos reímos de nuevo, mientras a cada momento nos sentíamos más y
más unidos en nuestras almas. - Ahora, querido amigo, permíteme que te haga un
regalo ¿Recuerdas lo que te conté sobre la capacidad de las abejas para unirse
internamente y en la distancia, con los átomos de la cera que ellas mismas
habían fabricado?
- Sí, lo recuerdo, y que los conocimientos de muchas
tradiciones sagradas eran compartidos por todas las abejas, a través de la cera
presente en las luminarias y velas que iluminaban los templos y monasterios.
- Correcto. Pues de ahí parte nuestro regalo. Se trata de
enseñanzas que hace muchos años transmitieron maestros a sus discípulos sobre
la importancia de la respiración, del correcto batir de alas ¿Te apetece
escucharlas?
- Por favor, me gustaría mucho.
Entonces varias obreras, doce para ser exactos, se
acercaron hasta donde nos encontrábamos formando un círculo a nuestro
alrededor. Uniendo sus alas y sus antenas, comenzaron una danza circular
mientras emitían agradables y extraños sonidos y zumbidos, que una vez más me
recordaron a los cantos de las ballenas. Ibdana y yo permanecíamos en el centro
mientras ellas giraban a nuestro alrededor. Entonces ella se irguió sobre sus
patas traseras levantando sus antenas, que de pronto brillaron con una intensa
Luz dorada.
- Cierra tus ojos y escucha atentamente. No digas nada,
pues todo esto pasó hace ya mucho tiempo.
Y así lo hice. Las imágenes aparecieron poco a poco y
desfilaron ante mí. Asistí a una escena que se desarrollaba sobre una roca, al
borde del río Ganges. Un Yogui enseñaba a su chela los secretos del Pranayama y
el control de las corrientes de energía interna, solar y lunar. En el patio de
un monasterio, en algún país de Oriente Medio, Líbano o Turquía, un maestro Sufí
instruía a su murid (discípulo) a la sombra de un naranjo sobre los misterios
de la “Baraka”, la transmisión de la energía espiritual a través del soplo. En
una cueva de alguna región desértica de Nuevo Méjico, una Mujer Sagrada piel
roja, guía de la tribu de los Hopi, preparaba a la que había de sustituirle
iniciándole en las enseñanzas del trabajo con el aliento de vida, y cómo
proyectarlo a través de los cantos y entonaciones para sintonizar con el Gran
Espíritu de la Naturaleza. Yo mientras tanto me limitaba a contemplar y
aprender. Permanecí atento a los diálogos, los gestos, las indicaciones.
No me está permitido hablar de los detalles de todo lo
que vi, oí y sentí esa noche. Además de que sería algo muy extenso. Únicamente
puedo decir en síntesis: “Que sólo después de muchos meses, incluso años de
práctica, podemos conseguir “respirar auténticamente”, llegar a hacer nuestra
primera inhalación real de VIDA. Que nuestra seudo-respiración superficial, de
ligero resuello, no consigue más que proveer a nuestra sangre de una mínima
cantidad de oxígeno, suficiente sólo para mantener activa la pequeña parte del
cerebro que solemos utilizar. Que con una respiración correcta podemos “nutrir”
y llevar energía espiritual a nuestra Consciencia Interior. Que el hombre
elevado, el hombre consciente, respira para acceder a niveles superiores del
ser, así como para mantener y fijar los descubrimientos internos que va
realizando. Que nuestra capacidad para obtener beneficio “real” de cualquier
enseñanza trascendente, está íntimamente relacionada con la capacidad y
eficacia de nuestro organismo para asimilar y transformar ciertas energías y
“átomos”, a través de la respiración consciente.”
De pronto las imágenes se desvanecieron ante mí.
- Ya es suficiente, dijo la voz de Ibdana. Hoy llevas
mucha miel contigo, dosifícala, compártela. Ya sabes cómo y con quien...
Regresa a casa con mis bendiciones.
Y desperté. Jamás olvidaré toda la Luz y alimento que mi
Alma recibió ese día. Aprendí que todas las tradiciones, todas las razas de
todos los continentes, poseen los conocimientos y las claves internas del “ARTE DEL VUELO SECRETO”. Cerré mis ojos
y repasé mentalmente las imágenes que había visto. El rostro sereno y curtido
de los maestros. La mirada de entusiasmo y el anhelo de aprender de los
discípulos. Diferentes maestros, diferentes discípulos, pero UN
MISMO VUELO.
Sugam
Ogima
* * * * * * * * * *
Estimados amigos, les invitamos a visitar nuestro nuevo blog, en agradecimiento y homenaje a Jorge Adoum (Mago Jefa), referente e inspiración de nuestra Fraternidad. Esperamos sea de vuestro agrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Haz tus comentarios y aportaciones