viernes, 21 de diciembre de 2012

Ucanca, sello iniciático. (1ª parte)







(Recomendamos leer esta historia con calma y tranquilidad, buscando un momento adecuado para la reflexión. No ya por la importancia de lo que se ha escrito, sino por la naturaleza de las ideas que en ella se intentan transmitir.)



“La Vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar.” 

(Forrest Gump)



       Tras varios meses practicando las indicaciones de Ibdana, constaté en mi cuerpo una mejora general de la salud y la vitalidad. También era patente un estado de calma mental y serenidad emocional, cada vez más permanente, sobre todo en ciertos momentos conflictivos, donde antes era fácil presa del estrés. El secreto, simplemente respirar conscientemente ¿Cómo algo tan aparentemente sencillo, cotidiano, al alcance de todos, puede pasar tan desapercibido? ¿Cuántas cosas cambiarían en la salud, el desarrollo intelectual, emocional y el equilibrio psicológico de nuestros hijos, si estas cosas se aprendieran en la edad escolar? Pensadores como Krishnamurti, Sivananda, Ramacharaka y muchos otros, insistían una y otra vez en el pasado siglo sobre estos hechos. Pero para la mayoría de nuestra sociedad, fueron sólo voces clamando en el desierto. Las deficiencias en el aprendizaje, en la capacidad de atención, la hiperactividad, muchas de las patologías camufladas en el oportuno cajón de las “alergias” y no sé cuántos trastornos infantiles más, tendrían un eficaz remedio con el ejercitamiento cotidiano en la respiración consciente y completa.

       Un día soleado de octubre, aproveché para subir con mi familia al Parque Natural de las Cañadas del Teide, ese maravilloso paraje volcánico, envuelto en el misterio y el sobrecogimiento ante la imponente presencia del padre Teide. Siempre es una oportunidad única, poder pasear por sus senderos y disfrutar del aire más limpio y puro de la isla de Tenerife, además, a esa altura, el más cargado de la energía vital oculta tras sus átomos.

       Detuvimos nuestro coche al borde del Llano de Ucanca y mientras paseaba con mi mujer y mi hijo entre la vegetación autóctona del lugar, recordé lo que Ibdana me había dicho sobre Ucanca. Después de un rato de paseo, les indiqué que me desviaría un rato hacia la Catedral, para vernos luego en el coche. Ellos continuaron su paseo disfrutando de senderos de retamas y tajinastes.




       La Catedral, es una construcción natural montañosa de lava volcánica, en las mismas faldas del Teide. Siempre fue un lugar especial para mí, así como para los aficionados isleños al alpinismo. Pero en esta ocasión palpitaban en mi interior las palabras de Ibdana: “Este lugar es llamado la Colmena del Jardín de las Hespérides, y es un eslabón más de nuestra alianza de colmenas internas, que a través de todo el mundo forman la Fraternidad de los Apicultores. Y para aclarar tus dudas, sí tiene una contraparte física en una colmena, que se encuentra en ese maravilloso lugar que llamáis el Valle de Ucanca, y que nosotros conocemos como el Sello Iniciático del Jardín de las Hespérides.”



       Cuando llegué hasta el sendero que asciende hacia el macizo rocoso,  zona en la que en otras ocasiones me quedaba para disfrutar de la meditación,  continué hacia la base de la pared misma de la vertiente inclinada. Una vez allí, sentí la necesidad de tocar la pared del imponente templo natural. Como respondiendo a un llamado que surgía desde mi interior, me sentí impelido, con un irresistible impulso, a avanzar, a atravesar la pared volcánica. Dudé… respiré… cerré los ojos y di un paso firme y decidido hacia delante, confieso que esperando el golpe contra la roca, pero no fue precisamente un golpe lo que recibí. Una sensación de tibia calidez envolvió mi cuerpo, a la vez que una especie de corriente eléctrica, en forma de suave escalofrío, recorrió mi espalda desde el coxis hasta la nuca.

       Abrí los ojos. Había atravesado la pared rocosa y me encontraba en el interior de un recinto, que sólo puedo describir como inmenso y sobrecogedor. Era una especie de gran cueva, con techos muy elevados de los que no puedo precisar su altura exacta, pues parecían no tener fin, y rodeado de una agradable luz de la que tampoco podía concretar su procedencia, parecía surgir de las paredes de la inmensa estancia. El piso estaba formado por mosaicos hexagonales que se alternaban con colores dorado y azul, extendiéndose por un largo pasillo delante de mí. De pronto aparecieron dos individuos vestidos con ropajes verdes, una especie de túnicas. Uno de ellos me habló con perfecto acento canario y dijo:

- Sabemos quién eres y aunque no te esperábamos hoy, hay alguien que se alegrará mucho de verte, acompáñanos.

       Recorrimos el largo pasillo que se abría ante nosotros. Yo no paraba de mirar hacia arriba, impresionado por la altura del techo, en el que ahora podía distinguir una formación abovedada que me recordaba a las construcciones del Gótico. A nuestro alrededor se abrían amplias estancias, donde se podían ver a numerosas personas, todas con túnicas idénticas a las de mis acompañantes pero de colores diversos. Todos estaban ocupados en diferentes menesteres. Después de unos minutos de paseo mis acompañantes me indicaron una de las estancias, y el que se había dirigido antes a mí dijo:

- Espera aquí, y toma asiento por favor.


      Mientras se alejaban entré en una habitación con paredes blancas, en las que se podían ver algunos grabados y símbolos. Me senté en una especie de taburete dispuesto al efecto. Al mirar hacia arriba pude ver el techo, ahora próximo, que parecía de cristal. A través de él se contemplaba la bóveda celeste. En el centro de la estancia había una gran mesa en forma de cubo, con un recipiente con rosas rojas, documentos que parecían pergaminos antiguos y diversos utensilios, entre los que pude distinguir una brújula y un compás. Se podía oír, muy suavemente, una música como de pequeñas campanas con variaciones de unas pocas notas, que resultaba muy relajante. De pronto, alguien toco mi hombro derecho por detrás y dijo:

- Hola de nuevo, mi buen amigo.
- ¡Ibdana! (Respondí con una mezcla de sobresalto y alegría.)
- Al fin te has decidido a venir hasta aquí por tu cuenta. (Sonriendo, se sentó junto a mí.)
- Pero, ¿estoy físicamente aquí, verdad? Porque acabo de atravesar una pared de roca volcánica.
- Sí, lo estás, aunque en la contraparte superior de lo que llamas mundo físico, estás aquí con tu cuerpo, pero en una dimensión superior. Por eso has podido atravesar la roca sólida.
- Pero, ¿cómo he entrado en esta dimensión? No hice nada especial para ello.
- No, fuimos nosotros. Cuando percibimos que te acercabas a la Catedral, mediante ciertas técnicas, que algunos de vuestros físicos cuánticos entenderían fácilmente, hicimos que la energía de tus átomos y de tus estructuras sutiles aumentara su nivel vibratorio, produciendo un salto dimensional justo cuando intentabas penetrar la pared rocosa.
- Y esa, supongo, fue la causa de la sensación que sentí en ese momento.
- Por supuesto. Con el tiempo serás capaz de producir ese efecto por ti mismo, si lo deseas, y penetrar los misterios que la Madre Naturaleza guarda para el hombre despierto. Cuéntame ¿Qué tal con Teo?
- Un tipo genial. Rompió de un plumazo varios de mis prejuicios. Me sorprendió de manera especial sus enseñanzas sobre las personas con S.D., cambió para siempre mi idea sobre ellos.
- Sí, son seres muy especiales. En nuestra Fraternidad hay varios hermanos S.D. y autistas, almas muy avanzadas. Les agrada trabajar en la Fraternidad de los Apicultores de la Presencia.
- ¿Apicultores de la Presencia?
- Sí. Luego te hablaré de ellos. Pero dime ¿qué te parece nuestra Colmena de Luz?
- Realmente increíble, todavía no acabo de entender cómo es posible una construcción de estas características y dimensiones en medio de este valle. Además desde que llegué, siento un estado especial de paz y serenidad. Me siento distinto.

- Es la energía de este lugar. Éste es uno de los Centros Iniciáticos de la Humanidad. Como sabes, porque has estado allí antes, mi colmena de abejas está fuera, muy cerca, entre las retamas.
- Entonces estamos en lo que describiste en una ocasión como: “el Sello Iniciático del Jardín de las Hespérides”.
- En efecto, en él nos encontramos ahora. En este lugar trabajan varias Fraternidades diferentes, cada una con sus adeptos y estudiantes. Esta ala, con las estancias que has visto, corresponde a la Fraternidad de los Apicultores, pero hay otras alas más. En las tradiciones antiguas a estos lugares se les ha llamado Templos de Misterios, Facultades del Alma, Universidades Espirituales. Nosotros les llamamos “Colmenas de Luz”. Al igual que las colmenas normales irradian y sirven a la vida de su entorno  por la polinización, estas colmenas internas irradian Luz, Amor y Belleza a su alrededor. Suelen asentarse sobre centros naturales donde convergen fuerzas telúricas y geomagnéticas, cuya potente energía les convierte en chacras planetarios. Hay muchos repartidos a lo largo del mundo. Desde aquí impulsamos la voluntad y el propósito de las mujeres y hombres hacia la autorrealización, el despertar, la fraternidad y el servicio desinteresado. Pero también son Centros de Conocimiento y Preparación para el candidato a la Iniciación.




- Ya lo llamaste antes así “Centro Iniciático”, pero ¿qué es exactamente La Iniciación? Hay mucha confusión entre los interesados por estos temas.

       Ibdana sonrió mirándome a los ojos.

- Te puedo decir lo que no es. No es satisfacción de la curiosidad, no es algo que te introduce en un “club selecto de elegidos” para alejarte de los demás, y no es “esoturismo”.
- ¿Esoturismo, será esoterismo?
- No, me has oído bien, esoturismo. Con ello me refiero a las personas que se acercan a estos temas siguiendo sus inquietudes, pero que después de años divagando, grupo tras grupo en busca de lo milagroso, no se deciden a cultivar esas inquietudes internas en un propósito definido y real de trabajo interior. Y lo más importante, de expresión en su vida cotidiana. Uno de tus maestros favoritos, E.T., los llama “coleccionistas de mapas”.
- Sí, lo recuerdo. Pero Ibdana, ya que hablamos de estas cosas, por qué no me cuentas algo más sobre la Fraternidad de los Apicultores, sus objetivos, sus métodos, su Iniciación.
- ¿Quieres más miel, eh? (Reímos juntos)

- Verás, esta estancia en que nos encontramos es usada por los Adeptos de nuestra Fraternidad, para instruir a sus alumnos acerca de la iniciación. Aquí reciben sus primeras clases y lecciones “directas” sobre nuestro trabajo y nuestros métodos. Por tanto, vamos a usar algunos de sus elementos para aproximarnos a lo que me preguntas. Intentaré darte las explicaciones precisas sobre ellos, pues aquí la reflexión y el silencio deben primar siempre sobre las palabras y los discursos ¡Ven, acompáñame! 




       Nos levantamos e Ibdana se dirigió hacia una de las paredes de la habitación. Allí podían verse 3 grandes cristales de colores. Parecían enormes amatistas labradas, con inscripciones en su interior. Sin decir nada, me señaló la primera de ellas de color ocre con tonos grisáceos. En su interior se leía “Ora et Labora”.

- ¿Latín?
- Sí latín, usamos esta lengua arcaica por tradición en la transmisión de conocimientos “esenciales”. Fue la que usaron los alquimistas medievales y los filósofos herméticos ¿sabes que significan esas palabras?
- Tengo mis estudios de latín muy oxidados, pero éstas me parecen fáciles. Significan Ora y Trabaja, recuerdo haberlas visto en algunos textos alquímicos.
- ¡Ésta es la primera clave de nuestra Iniciación!  Ora et Labora, nos indica que nuestro trabajo es espiritual y a la vez científico. Que forma parte de un proceso Artesano en el laboratorio de nuestro cuerpo y nuestra mente, así como de un sendero de Unión mística con nuestro Ser Interior, con lo que la tradición llama “Yo Soy”.

       Guardó silencio durante unos minutos, mientras yo me concentraba en sus palabras y la viveza de los colores de la amatista. Luego me dijo:

- Continuemos con la siguiente inscripción.

       Nos dirigimos hacia el cristal central, ésta vez de color verde esmeralda. En él se podía leer: “Collection – Elaborationem – Luminatione”.

- ¡Está es la segunda clave! “Recolección, Elaboración, Iluminación”. Es la base de nuestro trabajo. Al igual que nosotras las abejas recolectamos los dones de la Naturaleza, el estudiante debe aprender a recolectar conscientemente, todos los elementos necesarios para su Obra y Despertar Interior. Estos se encuentran en su vida cotidiana, en las impresiones que recibe, en su relación con los demás, en sus experiencias y acontecimientos, en los libros que estudia y la música que escucha, en las energías que recibe de la madre Naturaleza y el padre Sol. Posteriormente, al igual la abeja elabora la Miel y la Jalea Real, el estudiante debe aprender a elaborar sus propias sustancias internas. Son los dones de su Alma, sus energías sutiles, emociones y pensamientos elevados, Sabiduría, Inspiración, Amor impersonal... Éste proceso nos lleva al tercer paso, la Iluminación. Es imitar al Sol y su Luz, que da a todos por igual, sin distinción. Es irradiar la Luz y los dones fruto de nuestro trabajo, en beneficio de la Gran Obra, del Servicio desinteresado por los demás. Es el camino del amante del Amado.

       De nuevo guardó silencio por unos minutos. Yo intenté preguntarle algo, pero ella me interrumpió con un gesto de silencio. Capté inmediatamente su mensaje, tenía que parar mi mente, pues quien habla no escucha. Aproveché para reflexionar y meditar en sus palabras. Luego me dijo:

- Pasemos a la tercera inscripción.

       Ésta era una amatista de color azul. En su interior se podía distinguir la figura del Sol, y grabadas en él las siguientes frases:

“Ego sum qui sum” 
“Ego manent in te”  
“Emitte lucem et veritatem”

- ¡Ésta es la tercera clave! Nada voy a comentarte sobre ella, pues es cada estudiante el que debe encontrar y revalorizar su sentido esencial, que se irá revelando por sí mismo a través de la meditación. Me limitare a traducirte del latín:

"Yo soy el que Soy".
"Yo permanezco en ti."
"Emite Luz y Verdad."

                                                                                                             Continuará…









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