(Recomendamos leer esta historia con calma y
tranquilidad, buscando un momento adecuado para la reflexión. No ya por la
importancia de lo que se ha escrito, sino por la naturaleza de las ideas que en
ella se intentan transmitir.)
“La Vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que
te va a tocar.”
(Forrest Gump)
Tras varios meses practicando las indicaciones de Ibdana,
constaté en mi cuerpo una mejora general de la salud y la vitalidad. También
era patente un estado de calma mental y serenidad emocional, cada vez más
permanente, sobre todo en ciertos momentos conflictivos, donde antes era fácil
presa del estrés. El secreto, simplemente respirar conscientemente ¿Cómo algo
tan aparentemente sencillo, cotidiano, al alcance de todos, puede pasar tan
desapercibido? ¿Cuántas cosas cambiarían en la salud, el desarrollo
intelectual, emocional y el equilibrio psicológico de nuestros hijos, si estas
cosas se aprendieran en la edad escolar? Pensadores como Krishnamurti,
Sivananda, Ramacharaka y muchos otros, insistían una y otra vez en el pasado
siglo sobre estos hechos. Pero para la mayoría de nuestra sociedad, fueron sólo
voces clamando en el desierto. Las deficiencias en el aprendizaje, en la
capacidad de atención, la hiperactividad, muchas de las patologías camufladas
en el oportuno cajón de las “alergias” y no sé cuántos trastornos infantiles
más, tendrían un eficaz remedio con el ejercitamiento cotidiano en la respiración
consciente y completa.
Un día soleado de octubre, aproveché para subir con mi
familia al Parque Natural de las Cañadas del Teide, ese maravilloso paraje
volcánico, envuelto en el misterio y el sobrecogimiento ante la imponente
presencia del padre Teide. Siempre es una oportunidad única, poder pasear por
sus senderos y disfrutar del aire más limpio y puro de la isla de Tenerife,
además, a esa altura, el más cargado de la energía vital oculta tras sus
átomos.
Detuvimos nuestro coche al borde del Llano de Ucanca y
mientras paseaba con mi mujer y mi hijo entre la vegetación autóctona del
lugar, recordé lo que Ibdana me había dicho sobre Ucanca. Después de un rato de
paseo, les indiqué que me desviaría un rato hacia la Catedral, para vernos
luego en el coche. Ellos continuaron su paseo disfrutando de senderos de
retamas y tajinastes.
La Catedral, es una construcción natural montañosa de
lava volcánica, en las mismas faldas del Teide. Siempre fue un lugar especial
para mí, así como para los aficionados isleños al alpinismo. Pero en esta
ocasión palpitaban en mi interior las palabras de Ibdana: “Este lugar es
llamado la Colmena del Jardín de las Hespérides, y es un eslabón más de nuestra
alianza de colmenas internas, que a través de todo el mundo forman la
Fraternidad de los Apicultores. Y para aclarar tus dudas, sí tiene una contraparte
física en una colmena, que se encuentra en ese maravilloso lugar que llamáis el
Valle de Ucanca, y que nosotros conocemos como el Sello Iniciático del Jardín
de las Hespérides.”
Cuando llegué hasta el sendero que asciende hacia el
macizo rocoso, zona en la que en otras
ocasiones me quedaba para disfrutar de la meditación, continué hacia la base de la pared misma de
la vertiente inclinada. Una vez allí, sentí la necesidad de tocar la pared del
imponente templo natural. Como respondiendo a un llamado que surgía desde mi
interior, me sentí impelido, con un irresistible impulso, a avanzar, a
atravesar la pared volcánica. Dudé… respiré… cerré los ojos y di un paso firme
y decidido hacia delante, confieso que esperando el golpe contra la roca, pero
no fue precisamente un golpe lo que recibí. Una sensación de tibia calidez
envolvió mi cuerpo, a la vez que una especie de corriente eléctrica, en forma
de suave escalofrío, recorrió mi espalda desde el coxis hasta la nuca.
Abrí los ojos. Había atravesado la pared rocosa y
me encontraba en el interior de un recinto, que sólo puedo describir como
inmenso y sobrecogedor. Era una especie de gran cueva, con techos muy elevados
de los que no puedo precisar su altura exacta, pues parecían no tener fin, y
rodeado de una agradable luz de la que tampoco podía concretar su procedencia,
parecía surgir de las paredes de la inmensa estancia. El piso estaba formado
por mosaicos hexagonales que se alternaban con colores dorado y azul,
extendiéndose por un largo pasillo delante de mí. De pronto aparecieron dos
individuos vestidos con ropajes verdes, una especie de túnicas. Uno de ellos me
habló con perfecto acento canario y dijo:
- Sabemos quién eres y aunque no te esperábamos hoy, hay
alguien que se alegrará mucho de verte, acompáñanos.
Recorrimos el largo pasillo que se abría ante nosotros.
Yo no paraba de mirar hacia arriba, impresionado por la altura del techo, en el
que ahora podía distinguir una formación abovedada que me recordaba a las
construcciones del Gótico. A nuestro alrededor se abrían amplias estancias,
donde se podían ver a numerosas personas, todas con túnicas idénticas a las de
mis acompañantes pero de colores diversos. Todos estaban ocupados en diferentes
menesteres. Después de unos minutos de paseo mis acompañantes me indicaron una
de las estancias, y el que se había dirigido antes a mí dijo:
- Espera aquí, y toma asiento por favor.
Mientras se alejaban entré en una habitación con paredes
blancas, en las que se podían ver algunos grabados y símbolos. Me senté en una
especie de taburete dispuesto al efecto. Al mirar hacia arriba pude ver el
techo, ahora próximo, que parecía de cristal. A través de él se contemplaba
la bóveda celeste. En el centro de la estancia había una gran mesa en forma de
cubo, con un recipiente con rosas rojas, documentos que parecían pergaminos
antiguos y diversos utensilios, entre los que pude distinguir una brújula y un
compás. Se podía oír, muy suavemente, una música como de pequeñas campanas con
variaciones de unas pocas notas, que resultaba muy relajante. De pronto,
alguien toco mi hombro derecho por detrás y dijo:
- Hola de nuevo, mi buen amigo.
- ¡Ibdana! (Respondí con una mezcla de sobresalto y
alegría.)
- Al fin te has decidido a venir hasta aquí por tu
cuenta. (Sonriendo, se sentó junto a mí.)
- Pero, ¿estoy físicamente aquí, verdad? Porque acabo de
atravesar una pared de roca volcánica.
- Sí, lo estás, aunque en la contraparte superior de lo
que llamas mundo físico, estás aquí con tu cuerpo, pero en una dimensión
superior. Por eso has podido atravesar la roca sólida.
- Pero, ¿cómo he entrado en esta dimensión? No hice nada
especial para ello.
- No, fuimos nosotros. Cuando percibimos que te acercabas
a la Catedral, mediante ciertas técnicas, que algunos de vuestros físicos
cuánticos entenderían fácilmente, hicimos que la energía de tus átomos y de tus
estructuras sutiles aumentara su nivel vibratorio, produciendo un salto
dimensional justo cuando intentabas penetrar la pared rocosa.
- Y esa, supongo, fue la causa de la sensación que sentí
en ese momento.
- Por supuesto. Con el tiempo serás capaz de producir ese
efecto por ti mismo, si lo deseas, y penetrar los misterios que la Madre
Naturaleza guarda para el hombre despierto. Cuéntame ¿Qué tal con Teo?
- Un tipo genial. Rompió de un plumazo varios de mis
prejuicios. Me sorprendió de manera especial sus enseñanzas sobre las personas
con S.D., cambió para siempre mi idea sobre ellos.
- Sí, son seres muy especiales. En nuestra Fraternidad
hay varios hermanos S.D. y autistas, almas muy avanzadas. Les agrada trabajar
en la Fraternidad de los Apicultores de la Presencia.
- ¿Apicultores de la Presencia?
- Sí. Luego te hablaré de ellos. Pero dime ¿qué te parece
nuestra Colmena de Luz?
- Realmente increíble, todavía no acabo de entender cómo
es posible una construcción de estas características y dimensiones en medio de
este valle. Además desde que llegué, siento un estado especial de paz y
serenidad. Me siento distinto.
- Es la energía de este lugar. Éste es uno de los Centros
Iniciáticos de la Humanidad. Como sabes, porque has estado allí antes, mi
colmena de abejas está fuera, muy cerca, entre las retamas.
- Entonces estamos en lo que describiste en una ocasión
como: “el Sello Iniciático del Jardín de las Hespérides”.
- En efecto, en él nos encontramos ahora. En este lugar
trabajan varias Fraternidades diferentes, cada una con sus adeptos y
estudiantes. Esta ala, con las estancias que has visto, corresponde a la
Fraternidad de los Apicultores, pero hay otras alas más. En las tradiciones
antiguas a estos lugares se les ha llamado Templos de Misterios, Facultades del
Alma, Universidades Espirituales. Nosotros les llamamos “Colmenas de Luz”. Al
igual que las colmenas normales irradian y sirven a la vida de su entorno por la polinización, estas colmenas internas
irradian Luz, Amor y Belleza a su alrededor. Suelen asentarse sobre centros
naturales donde convergen fuerzas telúricas y geomagnéticas, cuya potente
energía les convierte en chacras planetarios. Hay muchos repartidos a lo largo
del mundo. Desde aquí impulsamos la voluntad y el propósito de las mujeres y
hombres hacia la autorrealización, el despertar, la fraternidad y el servicio
desinteresado. Pero también son Centros de Conocimiento y Preparación para el
candidato a la Iniciación.
- Ya lo llamaste antes así “Centro Iniciático”, pero ¿qué
es exactamente La Iniciación? Hay mucha confusión entre los interesados por
estos temas.
Ibdana sonrió mirándome a los ojos.
- Te puedo decir lo que no es. No es satisfacción de la
curiosidad, no es algo que te introduce en un “club selecto de elegidos” para
alejarte de los demás, y no es “esoturismo”.
- ¿Esoturismo, será esoterismo?
- No, me has oído bien, esoturismo. Con ello me refiero a
las personas que se acercan a estos temas siguiendo sus inquietudes, pero que
después de años divagando, grupo tras grupo en busca de lo milagroso, no se
deciden a cultivar esas inquietudes internas en un propósito definido y real de
trabajo interior. Y lo más importante, de expresión en su vida cotidiana. Uno
de tus maestros favoritos, E.T., los llama “coleccionistas de mapas”.
- Sí, lo recuerdo. Pero Ibdana, ya que hablamos de estas
cosas, por qué no me cuentas algo más sobre la Fraternidad de los Apicultores,
sus objetivos, sus métodos, su Iniciación.
- ¿Quieres más miel, eh? (Reímos juntos)
- Verás, esta estancia en que nos encontramos es usada
por los Adeptos de nuestra Fraternidad, para instruir a sus alumnos acerca de
la iniciación. Aquí reciben sus primeras clases y lecciones “directas” sobre
nuestro trabajo y nuestros métodos. Por tanto, vamos a usar algunos de sus elementos
para aproximarnos a lo que me preguntas. Intentaré darte las explicaciones
precisas sobre ellos, pues aquí la reflexión y el silencio deben primar siempre
sobre las palabras y los discursos ¡Ven, acompáñame!
Nos levantamos e Ibdana se dirigió hacia una de las
paredes de la habitación. Allí podían verse 3 grandes cristales de colores.
Parecían enormes amatistas labradas, con inscripciones en su interior. Sin
decir nada, me señaló la primera de ellas de color ocre con tonos grisáceos. En
su interior se leía “Ora et Labora”.
- ¿Latín?
- Sí latín, usamos esta lengua arcaica por tradición en
la transmisión de conocimientos “esenciales”. Fue la que usaron los alquimistas
medievales y los filósofos herméticos ¿sabes que significan esas palabras?
- Tengo mis estudios de latín muy oxidados, pero éstas me
parecen fáciles. Significan Ora y Trabaja, recuerdo haberlas visto en algunos
textos alquímicos.
- ¡Ésta es la primera clave de nuestra Iniciación! Ora et Labora, nos indica que nuestro trabajo
es espiritual y a la vez científico. Que forma parte de un proceso Artesano en
el laboratorio de nuestro cuerpo y nuestra mente, así como de un sendero de
Unión mística con nuestro Ser Interior, con lo que la tradición llama “Yo Soy”.
Guardó silencio durante unos minutos, mientras yo me
concentraba en sus palabras y la viveza de los colores de la amatista. Luego me dijo:
- Continuemos con la siguiente inscripción.
Nos dirigimos hacia el cristal central, ésta vez de color
verde esmeralda. En él se podía leer: “Collection – Elaborationem –
Luminatione”.
- ¡Está es la segunda clave! “Recolección, Elaboración,
Iluminación”. Es la base de nuestro trabajo. Al igual que nosotras las abejas
recolectamos los dones de la Naturaleza, el estudiante debe aprender a
recolectar conscientemente, todos los elementos necesarios para su Obra y
Despertar Interior. Estos se encuentran en su vida cotidiana, en las
impresiones que recibe, en su relación con los demás, en sus experiencias y
acontecimientos, en los libros que estudia y la música que escucha, en las
energías que recibe de la madre Naturaleza y el padre Sol. Posteriormente, al
igual la abeja elabora la Miel y la Jalea Real, el estudiante debe aprender a
elaborar sus propias sustancias internas. Son los dones de su Alma, sus
energías sutiles, emociones y pensamientos elevados, Sabiduría, Inspiración,
Amor impersonal... Éste proceso nos lleva al tercer paso, la Iluminación. Es
imitar al Sol y su Luz, que da a todos por igual, sin distinción. Es irradiar
la Luz y los dones fruto de nuestro trabajo, en beneficio de la Gran Obra, del
Servicio desinteresado por los demás. Es el camino del amante del Amado.
De nuevo guardó silencio por unos minutos. Yo intenté
preguntarle algo, pero ella me interrumpió con un gesto de silencio. Capté
inmediatamente su mensaje, tenía que parar mi mente, pues quien habla no
escucha. Aproveché para reflexionar y meditar en sus palabras. Luego me dijo:
- Pasemos a la tercera inscripción.
Ésta era una amatista de color azul. En su interior se
podía distinguir la figura del Sol, y grabadas en él las siguientes frases:
“Ego sum qui sum”
“Ego manent in te”
“Emitte lucem et veritatem”
- ¡Ésta es la tercera clave! Nada voy a comentarte sobre
ella, pues es cada estudiante el que debe encontrar y revalorizar su sentido
esencial, que se irá revelando por sí mismo a través de la meditación. Me limitare
a traducirte del latín:
"Yo soy el que Soy".
"Yo permanezco en ti."
"Emite Luz y Verdad."
Continuará…
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